Mi Segundo Disco "Akufeno"
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En esto del jazz, solo hay un error fatal: detenerse. Encasillarse, rendirse, dar, si se me permite la expresión, el pescado por vendido. El jazz no se acaba nunca y, para mantenerse sano practicándolo, no hay que dejar de ir a buscarlo aquí y allá. Rubén Salvador pertenece a una generación que tiene muy interiorizada esta máxima, pero que tampoco se olvida de dónde viene. En este caso, el camino más efectivo no es la línea recta entre esos dos puntos (el origen y el horizonte, siempre nuevo), sino el zigzagueo chisporroteante que sigue estimulando a nuestros jazzistas, y que sigue empujándolos a componer, a tocar, a grabar discos como este.
Salvador no sólo sabe tocar su trompeta: también tiene una pluma certera con la que firma la mayoría de las composiciones de este aKúfeno; un conjunto de melodías que llevan al oyente por mar y tierra, de Galicia a Euskadi, del bop a sonidos más contemporáneos. Salvador bebe de muchas fuentes y tira de muchos hilos, se resiste a encajonarse, y para ello se nutre tanto de nuevos acompañantes como de viejos conocidos, todos ellos entregados a la artesana labor de dar forma —y vida— a las composiciones, envolviendo el dulce sonido del trompetista y llevándolo hasta donde el oído del oyente le deje.
Olvídense del acúfeno como síntoma desasosegante de algún trauma focalizado en el oído. El aKúfeno de Rubén Salvador es todo lo que debería ser un disco de jazz: un retrato actualizado de dónde se encuentra el músico (y su música) en el momento de ser registrado. Acumula historia tras de sí, y señala una dirección: la de futuros sonidos, armonías, melodías. Hasta entonces, este aKúfeno es un buen lugar para perderse en la música de Rubén Salvador. El único lugar, en realidad.
Yahvé M. de la Cavada ( El Pais, Cuadernos de Jazz, Mondo Sonoro.)
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Cualquier oído con la guardia baja puede recibir un impacto que supere su capacidad de gestión. El martillo se des-sincroniza o da un respingo como el que daría cualquiera al que despertaran con un gong y envía una señal equívoca, extraña, una especie de borrón en el sismógrafo auditivo que el cerebro, que anda a muchas otras cosas, no puede tomarse el tiempo de descifrar, así que la devuelve, para que se la pasen a limpio.
Cuando la señal regresa al oído, aquello es un no parar. La entrada de mercancía nueva no se detiene y Eustaquio, el encargado, no puede permitirse el lujo de ponerse a revisar pedidos antiguos, así que garrapatea una nota (“tú eres más listo, te pagan por ser más listo, éste es claramente un trabajo para un listo, ánimo”) y la envía de vuelta al cerebro con un primoroso revés a dos manos que el cerebro devuelve instantáneamente, soberbio, iniciándose así entre ambos un escarceo imparable: el eterno bucle conocido como “acúfeno”, el pitido sin fin. Un expediente sonoro indefinido, huérfano, al que nadie quiere, perdido quizás para siempre en el limbo de la burocracia auditiva, que llora como los gatos y canta como las ballenas, y te secuestra una frecuencia o varias cuando le da por ahí.
A Rubén Salvador la cosa lo sorprendió en A Coruña, ciudad a la que llegó como docente. Venía de recibir de manos de Juan Claudio Cifuentes,“Cifu”, el Premio Especial del Jurado a Mejor Disco de Jazz del Pais Vasco en los premios BBK Jazz 2012, por su primer disco, “Starting”, grabado con la Basque vertiente del R.S. Faktor, una maravillosa quinta de Musikene. Se vio de golpe allí, henchido de éxito en los dominios de Hércules, rodeado de algunos de los mejores músicos de la escena local –otra camada excelente, llena de animales planetarios-, y el pulpo o la niebla o una mala corriente le empezaron a susurrar temas que debían grabarse allí, entre aquella niebla y con aquellos pulpos: el RS Atlantic Faktor.
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AKUFENO se grabó así en tres sesiones: dos sesiones con formaciones de la vertiente atlántica y una sesión con la vasca. Contiene dos homenajes expresos del autor: uno al milenario barrio granadino de su padre, otro a su hermana pequeña. Toca varios palos y surca varios géneros, acaricia varias texturas y juega con muchas formas sin dejar de mantener el pitido, el rumor constante de lo que inequívocamente quiere contarnos su autor, Rubén Salvador, que es un tipo comprometido hasta las trancas con el buen hacer.
Xabier Romero Pardavilla (Escritor, Poeta y Músico).
